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los signos mutantes de astrid sommer

 

 

La creación de Astrid Sommer se ha caracterizado por una vocación lúdica que la lleva a derrochar formas y colores con una frescura y espontaneidad sorprendentes. Astrid no pinta la realidad sino la fugacidad, o por decirlo de otra manera, reduce la realidad a signos mutantes, huellas que transitan de un lienzo a otro dotando a la serie de pinturas de un lenguaje propio y reconocible en el plano formal. Su vocabulario plástico se articula a partir de su colorido vivaz y está conformado por un caleidoscopio de evocaciones que danzan en sus composiciones al ritmo de las melodías cromáticas. Un interminable desfile de matices se regodea en sus lienzos de gran formato que mucho tienen de musical, haciendo de su energía desbordada un acto creativo irreverente y juguetón. El proceso de combinar colores sobre las amplias superficies blancas es el verdadero objetivo de su arte. “Aprendamos a pensar en colores, y veremos el mundo de forma muy distinta”, dice el gran estudioso de los colores, Michel Pastoureau. Siguiendo esta premisa, Sommer pinta las vibraciones de su mundo interior con un cromatismo vibrante, libre de miedos y prejuicios. Diluye, salpica, arroja la pintura con toda libertad: simplemente se deja llevar sin resistencia. Hay cierta gracia ingenua y mucha frescura en sus lienzos caprichosos que no se pueden encasillar fácilmente en una categoría. ¿Abstracción, figuración velada, simbolismos? Qué más da. Mark Rothko sostenía que “el arte no representa nada, solo expresa emociones”, y la pintura de Astrid Sommer se despliega precisamente en ese camino. Aunque informal, su lenguaje no es abstracto en el estricto sentido del término. Su obra evoca referencias captadas de la realidad circundante, entre el registro concreto de lo visible y la emoción sensible. Descubrimos aquí y allá figuras reconocibles que tienen una presencia más formal que conceptual: sillas, escaleras, letras, números, acaso algún escorzo de figura humana… 

Elementos aislados que, combinados con formas circulares y cuadradas, actúan a manera de “pattern” para equilibrar la vertiginosa marea cromática. Su fin último es comunicar una emoción estética por medios puramente plásticos. Hay un ritmo que surge de caos organizado: explosiones, silencios, movimiento, quietud. La artista tiende a recurrir al horror vacui en sus superficies construidas a partir de capas y capas de pintura superpuestas a manera de palimpsesto que trasluce su contundente gestualidad.

Las obras reunidas en la serie Color Index concebidas para la Bolsa Mexicana de Valores muestran el equilibrio logrado a base de una armonía de resonancias. En los lienzos de Sommer se puede hablar de “variaciones sobre un mismo tema” en el sentido de que -insisto- es una pintura que no busca una lectura ni una interpretación racional, sino que nos invita a captar su esencia desde el plano sensorial. El uso de palabras o signos no tiene un significado más allá de su valor formal dentro de la composición. En esta ocasión, la pintora hace un guiño humorístico a la jerga bursátil titulando sus obras con términos relativos a ésta: Expectativas, Análisis, Potencial, Inversión, Volatilidad, Comisiones… La artista juega con formas alusivas a dicho lenguaje, las trastoca, y deja al espectador el camino libre a su interpretación personal. Pongamos como ejemplo dos piezas que visualmente resultan antagónicas: Potencial es una pintura de talante sereno, realizada con una paleta austera, en tonos invernales, resultado de la sutil combinación de blancos, grises y azules, simbiosis que dota al cuadro de cierta melancolía y un hálito nostálgico. Una línea roja ascendente que evoca la gráfica de índices bursátiles cruza la superficie en sentido diagonal, rompiendo en forma contundente la apacible quietud de la composición. Privilegios revela un sentido diametralmente opuesto: exuberantes formas circulares invaden la superficie de la tela creando un dinamismo acentuado por la insolente presencia de los colores rojos, naranjas y rosas, tonos alusivos al fuego, a la pasión y al erotismo. Si el primero crea en el espectador una sensación de apacible quietud, el segundo es el triunfo de la exuberancia sobre el recato. La pintura que no es plenamente figurativa exige por parte del público un ejercicio de introspección, una profunda exploración de la mirada. Explorar la pintura de Astrid Sommer es adentrarse en el mundo de colores que Pastoureau define como la quintaesencia de la emoción sensorial. La de Sommer es una pintura que busca ser alegría pura y lo consigue sin mayores pretensiones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Germaine Gómez Haro

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