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abstractus

 

En un espacio casi puramente abstracto, el ojo tiende a buscar imágenes reconocibles, algunas ubicadas intencionalmente, y otras como resultado individual de la mera creación del espectador. Son construcciones saturadas de objetos imprecisos aunque algunos resultan descifrables. Patrones repetitivos, como círculos que van de mayor a menor tamaño, escaleras que suben o bajan o simplemente descansan en el horizonte, peces, cubos apilados, y de repente un atrevido chorreado rojo con mucha más libertad. La exposición Abstractus de la artista Astrid Sommer, consta de 22 obras recientes en donde predomina el tema de la indefinición de lo abstracto. Cada lienzo acentúa e integra sus aspectos de estructura, de forma y sobretodo, lo relativo al cromatismo, para conformar de estos tres aspectos una unidad. Es que cada color y forma nos sugiere sensaciones muy claras, que vistos en conjunto y sin percatarnos siquiera, todas estas piezas nos transmiten el efecto estimulante de equilibrio, frescura y vitalidad. Es justamente en esta materia de lo abstracto en donde la artista se detiene a reflexionar cómo cada una de sus creaciones debe dejar volar la imaginación del espectador, sin encajonarlo ni limitarlo a un título impuesto. De allí que opta por distinguir cada pieza con los colores que en ellas predominan, como Azul, Rojo, Verde, Amarillo o Rosa, o con una palabra sencilla que la define como Bueno, Fuerte, Eludir o Balance. Sin embargo, la artista no elige plasmar la sencillez en sus títulos, sino que toma la determinación de hacerlos indescifrables al nombrarlos en latín, porque no es lo mismo “Rubrum” que Rojo o “Crocus” que Amarillo Intenso. Así, de la manera en que el filósofo Descartes tendía a dejar criptogramas en sus textos en espera de ser

descifrados, sólo se permea la asociación de la fonética de la palabra designada a la obra. Al ser inentendibles los títulos de Sommer por la gran mayoría, cada quien se beneficia con la oportunidad de interpretar, descifrar y soñar a su antojo sin estar guiado por el significado de un título impuesto. Añadir y quitar, de eso trata la factura de la pintura de Astrid Sommer, sin por lo menos emplear un dibujo subyacente. Su arte surge de adentro, siendo su instinto la guía original. Apela al efecto de las veladuras vaporosas pero no a la manera del sfumato de Leonardo Da Vinci. Su técnica es el acrílico y puede valerse de capas diluidas o bien emplearlo alla prima, de manera directa. La aplicación de las veladuras se ve a primera vista o en todo caso sale a relucir cuando emplea el esgrafiado, incisiones que rasca con una herramienta hasta tocar el fondo del lienzo. Así, nos es permitido alejarnos de las formas de pintura saturada expuestas en un primer plano, para entrever hasta el fondo en los espacios logrados a base de capas, dejando intacto su misterio. El toque de autenticidad es brindado por la variación de texturas logradas mediante el proceso de añadiduras y esgrafiados que nos remiten a los muros descarapelados pero llenos de color de un barrio guardado en el recuerdo, donde la intemperie y la fractura de humedad botan la pintura revelando las huellas del tiempo. Si bien el escenario ocurre en los límites del lienzo, visualmente rebasa sus bordes de manera infinita, inclusive colmando el canto del marco. Lo que queda dentro de la tela al final de cuentas es lo que de todas maneras ya estaba dentro de la artista, como la exploración fidedigna de su ser que se deja proyectar.

Dra. Sara Aroeste

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